La Patata Tórrida


¿PUEDE HABER EN EL MUNDO ALGO MÁS DESPRECIABLE QUE LA ELOCUENCIA DE UN HOMBRE QUE NO DICE LA VERDAD?
Thomas Carlyle


Arriendo Departamentos en Valparaiso

martes, 4 de septiembre de 2012

EL ARTE DE ESCRIBIR NOVELA


Sobre la falsedad y verdad de un enfoque literario

Gonzalo Ríos Araneda


Hace algunos años tuve la oportunidad de cruzar opiniones con un escritor frustrado que pasó toda su vida anhelando ver editadas sus novelas, y de sentirse orgulloso de mirar su nombre escrito con letras de molde en las principales vitrinas literarias del mundo. Aunque este amigo mío era un hombre muy rico, su desafío fue siempre publicar por sus méritos y no por su dinero, decisión que lo fue despojando de posibilidades a medida que pasaba el tiempo y se iba poniendo viejo. Su encomiable posición ética, la revalidó constantemente, mientras devoraba cuanta publicación, historia o testimonio le diera luces para romper ese muro infranqueable del fracaso. Así, un día cualquiera cayó en sus manos un librito donde un señor sostenía, sin ambages, que escribir novelas era lo más fácil del mundo, y que bastaba con tener la voluntad de escribirlas. Sus teorías las había vertido en un pomposo ensayo -muy difundido-, que, sin ir más lejos, lo convirtió en un hombre rico, quizá más rico que mi amigo, y todo gracias a la proverbial sandez de los incautos que están dispuestos a dejarse engañar con tal de tener al éxito como amante. El famoso texto dejó a nuestro hombre más deprimido que de costumbre y con las mismas dudas, puesto que sin saber interpretar nunca donde yacía la debilidad de sus presunciones literarias, abandonó su lectura y odió la pedantería más que nunca.

Ante la situación descrita, y convencido de que mi primera obligación era sacar de su depresión a mi amigo, procedí a calmarlo con una buena conversación, lo que me pareció en ese momento una adecuada estrategia distractiva. Entre otros recursos le conté la historia del escritor narcisista que saludándose en la calle con un conocido al que no había visto en mucho tiempo, le dijo a éste después de un rato: “Perdona, ya hemos hablado bastante de mí, es hora de que sepamos algo de ti ¿ya leíste mi último libro?” Para sorpresa mía, y contrariando mis expectativas, él ni siquiera se dignó a esbozar una miserable sonrisa; al revés, me pareció que se sintió perfectamente representado en la víctima de tan singular diálogo. Después de este incidente, y algunos meses más tarde, mi amigo murió; y yo, a partir de ese día, me hice el deber de abrirle los ojos a las nuevas generaciones de aprendices de escritores, por lo que me propuse descubrir las debilidades del discurso del falsario, que seguía vendiendo su ganga como verdadero best seller (que escribir novelas es lo más fácil que hay), y así dar libre curso a la demostración que me propongo formular aquí. Que escribir novela es un acto de mansedumbre ante el dolor y de gobierno responsable de la experiencia personal.

Entonces, premunido del mismo prurito literario del lector o lectora que me regala con su atención, y convencido como estoy de que confrontar mis puntos de vista con aquel mistificador, sería un gesto altamente beneficioso para la cabal comprensión del problema; y deseoso de demostrar la ruindad de aquel autor, acometí cual lancero de la Mancha, contra los argumentos esgrimidos en su famosa probatura.

Bien, en ésta, él hace un raciocinio escalonado para demostrar cuán fácil es escribir una novela; y en el mismo tono que hubiese empleado Sócrates en una situación semejante, deduce, de un acierto preconcebido, una consecuencia que da como cierta. Así, afirma que, para escribir una novela, hay que tener una buena historia, lo que de cierto, es de Perogrullo. Sin embargo, bajando un escalón, afirma que para tener una idea interesante hay que tener imaginación. Otra perogrullada, si aceptamos que la imaginación es condición sine qua non para inventar historias. En seguida, bajando un nuevo peldaño, sostiene que, para tener imaginación hay que tener experiencia. Deduzco que se refiere a que hay que conocer bien de lo que se está hablando, pero allí la imaginación tiene poco o nada que ver, porque ella es un atributo que está libre de impuestos: Julio Verne no viajó a nuestro satélite natural ni se codeó con astronautas para escribir Un Viaje a la Luna; el Dante tampoco tuvo que bajar al infierno, o pernoctar en el purgatorio para escribir La Divina Comedia.

Por último, y como corolario de sus divagaciones, este hombre asegura que para tener experiencia, hay que haber vivido bastante; y que para vivir bastante, se necesita dinero. ¡Vaya! ¿Qué habrá pensado mi amigo fallecido al leer estas líneas? Como el lector o lectora avisados podrán sospechar, no puedo estar más en desacuerdo con su autor, porque tener dinero no le asegura a un hombre alcanzar la sabiduría que da la vida misma, vivida en plenitud, con sus altibajos, sus alegrías y sus penas. A lo más, el dinero alcanzará para adquirir conocimiento, nunca experiencia vital; porque ésta se logra mordiendo el polvo, palpando la miseria, llorando de amor o por la pérdida de un ser querido. Con dinero no se compra la inmortalidad. Y si nos detenemos a pensar que, entre los hombres ricos de las sociedades modernas es difícil encontrar un escritor, un soñador o un poeta, pronto caeremos en la cuenta de que no hay mejor escuela para un artista que el dolor y la escasez. Amén.

miércoles, 11 de julio de 2012


ENSAYO:   EL JUEGO DE AJEDREZ,  DISCIPLINA PARA EL DESARROLLO.
Gonzalo Ríos Araneda 
(Derechos Reservados)




Este ensayo viene a proponer al cuerpo social en general, a la familia en particular y al Estado político en singular, hacer suyo el juego del ajedrez por sus virtudes pedagógicas, como una herramienta de crecimiento que, a su través, y mediante gestión pública y privada, aporte al mejoramiento de la calidad de la educación para todos los niños y niñas de nuestra región. 

Convertir su práctica en un hábito más allá de como está incorporado a la cultura humana el placer de la buena lectura o el disfrute del espectáculo  de la creación estética. Con este propósito no sublimará en el juego una complejidad que siendo relativa, es connatural a su arquitectura gnoseológica. Tampoco se hará eco del enigma que rodea su origen, lo que habría llevado a dudar de que sus inventores hayan sido de nuestra raza, puesto que no hay noticia del nombre de su autor en ninguna oficina de ayuntamiento de los tiempos antiguos, ni de notaría alguna en tiempos menos remotos; tampoco existen  referencias históricas de ceremonias y agasajos para su inventor, lo que a la luz del conocimiento vulgar sería un contrasentido, ya que el hombre nunca desperdició una  oportunidad para ganar fama o congraciarse con los demás. En igual sentido, este ensayo no pretende suponer enrevesadas teorías, tales como que, el procesador denominado juego de ajedrez permite activar con carácter de “singularidades” una memoria universal y unos dispositivos que convergen hacia valores infinitos; o que, es una especie superlativa de computadora cuyo software es un arquetipo mental en reposo gozoso de silencio, antes de la entrada, y de movimiento sustancial hasta la salida.

 De igual manera, aceptando que, al poseer una interfaz de significancia universal, el ajedrez es una misteriosa máquina de representar realidades múltiples con la cualidad de homologarse con otras actividades, no nos haremos cargo de la idea de que, cual un espejo, su hardware contiene al revés, los 46 cromosomas del cuerpo humano en el guarismo 64, lo que  invitaría a pensar que efectivamente el ajedrez vendría de las estrellas. Pero, no se trata aquí de esoterizar el juego del ajedrez y desviarnos por ello de nuestro objetivo. El plan es mucho más sencillo, más profano y práctico. 


Por lo pronto, observamos que en el ajedrez de competencia prevalecen los hombres, pero las mujeres llegan  a conformar hoy una elite de grandes jugadoras que no le van en zaga, ni en calidad ni en entusiasmo. Es una de las tantas respuestas de la mujer para lograr la igualdad y el empoderamiento como género. Por eso nos cabe la certeza de que con ellas y el apoyo de la autoridad pública, el ajedrez superará cotas importantes de aceptación.



Con este propósito abordaremos los significados que están latentes en la filosofía del juego, asociados a los tres objetivos fundamentales de la cultura  como son la finalidad lógico matemática, la socio cultural, y la finalidad ética, estrechamente asociada esta última al potencial desarrollo espiritual del niño, con cuya presencia,  y sólo a partir de ella, será posible abordar el juego del ajedrez como una herramienta educativa a nivel masivo. No en vano sus contenidos están en perfecta armonía  conceptual con el  Informe a la Unesco[i] de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI, cuando planteaba que los cuatro pilares de la educación son el aprender a conocer, el aprender a hacer, el aprender a convivir y  el aprender a ser. Esto, porque el aprendizaje del juego le  entrega al niño  una competencia lúdica que le permite intuir las exigencias del medio en que se desenvuelve, acrecienta su iniciativa y su capacidad de asumir riesgos. Porque lo dota de certezas en el aprender a conocer.  Lo hace valorar la diferencia, y  aprender a ponerse en el lugar del otro, estimulando el respeto y las formas no violentas de comunicarse y competir; el pluralismo, la comprensión y la paz, en el aprender a convivir. Por último, el ajedrez contribuye al progreso integral de los niños porque agudiza la sensibilidad social y estética, la espiritualidad y la responsabilidad individual en el aprender a ser. Por algo la misteriosa antigüedad y pertinaz presencia del ajedrez  en la vida humana.  Aquesto, dicho sin que nos tiemble el tablero ni que el rey pierda el enroque.



Como ya dijimos, el ajedrez  es susceptible de concebirse como un simulador de realidades, toda vez que permite crear analogías con diversas disciplinas de la cultura humana y explorarlas con fines didácticos en unos procesos transversales de enseñanza.

El aprendiz de ajedrez estudia su técnica en paralelo con un programa de contenidos culturales fijado por una comisión docente. Por ejemplo, el tema de la globalización y el dominio de los mercados abiertos en un programa de economía política, se acomete determinando el influjo decisivo que tiene en éste, el fenómeno del cambio tecnológico. Luego, descubrimos que éste es una variable del mundo moderno anclado en los mercados abiertos, esclavo de la tecnología y del ritmo vertiginoso de la acumulación de conocimiento; que por eso, los países luchan por modernizar su educación y lo hacen reformulando sus estrategias para no ser desbordados por el cambio. Entonces, es aquí donde interviene el ajedrez; y esto, porque el juego contiene las acciones que requiere el hombre para enfrentar el cambio: capacitación permanente, planificación, intuición y flexibilidad para asumir el riesgo y enfrentar la innovación. Desde luego, la analogía del ajedrez con el mercado moderno, reconoce en el tablero de 64 casillas el escenario del mercado, donde los jugadores son las empresas que se lo disputan. Allí se fijan estrategias, se planifica y se corren riesgos. De esta manera, se van definiendo las verdaderas fuerzas del espacio que se conquista, hasta que  empieza a prevalecer el desarrollo, la experiencia y el conocimiento, imponiéndose al final, la habilidad estratégica y táctica; y por cierto, la capacitación técnica y teórica, que son  requisitos para mantenerse vigentes en la plaza. Luego, el dominio del mercado se revela con la victoria y el abandono con la derrota. Y cuando se acuerdan las tablas, ambos se hacen fuertes en nichos equivalentes, alcanzando el equilibrio como consecuencia.


Antes de concluir puntualizaremos que aquí no se acaban las posibilidades temáticas del proceso en cuestión. También están las relativas a los desarrollos históricos, cívicos, sociales y deportivos, donde el ajedrez es capaz de mostrarse  tan asertivo como iluminado, especialmente cuando se busca internalizar en la mente del niño valores esenciales, como la idea de la justicia y la solidaridad. O la idea de la paz, que coexiste en la ficción del tablero, sublimando el poder del pensamiento en un proceso catártico capaz de reducir  la violencia a estados razonables de control. O cuando nos lleva a sumergirnos en aspectos de índole psicológica o filosófica, como la eterna oposición del individuo realista vs el individuo idealista,  dos naturalezas que han venido oponiéndose desde sus orígenes en un tête-à-tête que puede convertir el tablero de ajedrez en el diván de un psicoanalista. 

Tales son algunas de las ideas que trascienden el juego. Por cierto que no podemos afirmar que, en razón de estas potencialidades, el ajedrez sea una entelequia milagrosa,  pero sí, que es un juego que puede habituar a un hombre y a una mujer, desde pequeños, a tomar las mejores decisiones para beneficio de su realización personal. Sea.


[i] Castillejo, 1994;Delors,1997







 1] Castillejo, 1994;Delors,1997

sábado, 23 de junio de 2012

VARGAS LLOSA Y LA ALTA CULTURA




Este artículo fue publicado por primera vez el 7de mayo de 2012 en elquintopoder.cl

En la presentación  de su ensayo “La civilización del espectáculo”, acaecida en el mes de mayo del 2012, en el instituto Cervantes de Madrid, el premio Nobel, Mario Vargas Llosa, en una suerte de idealización de la Alta Cultura, y a contrapelo de la realidad histórica, afirma que su defensa está ligada a la preocupación por la democracia.  Por consiguiente, que la AC  “es inseparable de la libertad” y que es fuente de inconformismo, lo que le permitiría al hombre “defenderse de los totalitarismos, del sectarismo y de los dogmas”. Tal apreciación del pensamiento creador a través de las letras y de las artes, que en último término constituye la Alta Cultura, nace del convencimiento del autor de que la cultura “se ha adulterado” y está invadida por la frivolidad, en lo que hoy se conoce como la Cultura de la Diversión. Por cierto, no se equivoca, ya que la cultura de la diversión marca un deterioro de la ética, y un abandono del sueño humanista en pos del hombre integral; y que, llena de cinismo, se incorpora sin ambages a la fiesta de la banalidad. Sin embargo, en lo medular, nos interesa aquí desnudar de falacia los argumentos del insigne escritor peruano que acotan la AC a formas de liberación política y social de dudosa credibilidad, puesto que toda la Historia del hombre así lo confirma. Dice Vargas Llosa que “… la violencia está muy presente en nuestra sociedad”, y eso se puede atribuir al “desplome de la alta cultura”, sin embargo, los porfiados hechos demuestran lo contrario. La violencia estuvo con el hombre desde siempre y la alta cultura siempre se originó y se fortaleció con el poder, Se puede decir que  es el resultado del ocio  que engendra la riqueza y el bienestar, y al cual sólo tiene acceso una minoría muy restringida de la sociedad.  En el Paraíso terrenal, el hombre perdió la paz a costa del poder cuando se hizo del conocimiento y un ente ultrarrealista le ofreció la “libertad” (“ y seréis como dioses” les dijo), anunciando así la entronización de la violencia y las luchas por el poder que, sin respiro alguno, serían la constante de las acciones humanas a través de toda la historia de la Humanidad. Para confirmarlo, basta remitirse a dos etapas históricas trascendentales donde la AC no fue capaz de evitar la violencia, el saqueo y el abuso de poder, aún a despecho del esfuerzo de algunos de sus protagonistas por subvertir esa realidad. La primera, en pleno Siglo de Oro español que, coincidente con el descubrimiento de América y la consiguiente explotación de sus habitantes, propició la paz interna y el desarrollo económico de la Metrópoli. Mientras el hombre español descubría y avasallaba civilizaciones, la AC se revelaba como un bien sólo disfrutable para los hijos de España mediante el empobrecimiento y el sometimiento de otras culturas.

El segundo ejemplo lo podemos fijar en pleno siglo XX durante el colonialismo europeo en África, donde el invasor se resistió a perder sus dominios a costa de miles y miles de muertos en un afán enfermizo por sostener los beneficios que ello le significaba, entre ellos una rica y sofisticada AC, orgullo de los imperialismos europeos. Basta con mencionar el caso de Francia y Argelia de los tiempos de De Gaulle, que constituyó la más cruenta y violenta reacción del colonialismo europeo contra una nación de ultramar. Aunque es cierto que muchos intelectuales abogaron por su liquidación inmediata, el botín y el significativo desarrollo de sus culturas, eran razones suficientes para responder a sangre y fuego a  las pretensiones libertarias de las naciones cautivas, demostrando con esto su incapacidad de sostener la paz y la libertad, y cumpliéndose aquello de que la AC  floreció allí donde el hombre conquistó y depredó al más débil, incluso,  aduciendo afanes solidarios, palabra clave que pasa por ser hoy, la llave de las verdaderas transformaciones para alcanzar la libertad. Tampoco se puede olvidar que cuando la AC estaba en su cenit y el hombre disfrutaba de su serenidad y se regocijaba de la paz, sobrevinieron las guerras más sanguinarias de la Historia moderna. Sin ir muy lejos, en 1937 ocurrieron los brutales e ignominiosos crímenes de Nankín, en China, a manos del ejército imperial del Japón, una de las culturas más viejas de la Tierra; o la ocurrencia dos años después, de la Segunda Guerra mundial y su secuela de millones de muertos en la cultísima Europa, y curiosamente, con las demenciales fantasías wagnerianas del poder que la desató. Esto demuestra que las observaciones del Premio Nobel no son más que la expresión de un idealismo exacerbado por su pasión como creador y diletante, ya que el autor intenta sublimar la AC tratándola como si fuera un producto al alcance de todos, olvidando su obligado perfil elitista. 

Finalmente, y confirmando el carácter idealista de sus puntos de vista, el escritor peruano cae en el mismo subjetivismo ilusorio con que analiza  las virtudes de la AC al sostener que, para contrarrestar el egoísmo y la soledad que crea el Capitalismo, los hombres deben llevar una vida cultural que llene en plenitud aquel vacío espiritual. Lo dice como  invitando a la evasión, lo que inevitablemente nos lleva a concluir que se trata de una visión demasiado condescendiente con la realidad.








sábado, 24 de marzo de 2012

DESNUDOS VESPERALES


Autor: Gonzalo Ríos Araneda
Una instantánea de los elementos en medio de la verdad natural, segunda Mención Nacional Concurso Trofeo El Memorioso 2011 del Movimiento Poetas del Mundo, Castro, Chiloé.

EVA DESNUDA

Mira como se columpia el viento,
mientras la resaca se desdobla,
como arlequín dispuesto a morir de amor
en un abrir y cerrar de las olas.

Mira como se desborda el agua,
Para  que el rayo la fecunde en la tormenta;
y cómo el trueno amenaza a la nieve,
deseosa de bajar por la ladera a besar a la llanura
que la espera alborotada al terminar la tarde.

Mira como sufre la montaña
que mil chasquidos de fuego la incomodan,
y envidia al ventisquero que copula con la brisa.
  
Mira como de celos se muere el granizo
que no alcanza a besar la tierra
porque la lluvia la besó primero.

 Mira como se alborotan los elementos
cuando Eva corre por el llano,
desnuda buscando a la ventisca.

Y mira como viene el hombre,
afiebrado de deseo a robarle a Dios.


Selección de entradas para el quintopoder.cl

Explorando una salida soberana al mar para Bolivia

8 de febrero de 2012 15:11
Los tiempos que corren lo reclaman. Es la hora de iniciar conversaciones concretas entre Chile, Perú y Bolivia para que ésta última acceda definitivamente, y en forma soberana, al mar Pacífico. Conversaciones no ya del modo bilateral, puesto que esa forma de relación ha demostrado conducir a ninguna parte, como lo comprobó Bolivia en 132 años de riguroso empeño. Su aspiración es conseguir un corredor bajo su plena soberanía, de unos 10 kilómetros de ancho que, extendido desde su frontera con Chile, alcanzaría unos 160 kilómetros del actual territorio chileno.
Para hacer realidad acuerdos como este, que inevitablemente deben pasar por Arica, se requirió siempre el visto bueno de Perú. Es decir, hoy, para solucionar el problema, se necesita deshacer el intríngulis creado ex profeso por el tratado de 1929, en que Chile habría puesto un candado al mar para Bolivia y dejado las llaves en manos de Perú, con la presumible intención de ambos de mantener en punto muerto el actual estado de cosas.
Una solución original y realista exige crear y explorar condiciones prácticas y jurídicas que los involucren a todos, como sería una cesión territorial de doble finalidad, con compensaciones equivalentes para Chile, la que podemos denominar “cesión abierta de territorios acordada tripartitamente”. Un arreglo a la medida de un vecindario de relaciones muy poco ortodoxas.
En el estratégico patio de esta parte de América del sur, conviven en la desconfianza un perro, un gato y un ratón. Son Chile, Perú y Bolivia, que conforman una tríada de Estados hermanos, cuyos desencuentros hacen que esta animalización, sin ser peyorativa, dibuje meridianamente, el paisaje psicológico de este verdadero drama americano.
Entre 1904 y 1929 el gato astuto se quedó con la llave de aquel candado y el perro con el problema, mientras el ratón, deseoso de saltar al mar, se quedó con un precario permiso de libre tránsito. Por eso hostiga al perro para que obligue al gato a soltar la llave, y con ella alcanzar el anhelado enclave marítimo. El ratón, perseverante, ha reconocido en los actuales tiempos su oportunidad para saltar al mar. Son horas de superación de los prejuicios y las injusticias; de respeto por los derechos humanos y culturales de las sociedades; tiempos de espacios abiertos y comprensión del otro como hermano para alcanzar el desarrollo. Por eso, el perro, firme en su liderazgo, está dispuesto, como lo demostró en el pasado, a buscar una solución, y el gato acecha para no sentirse perjudicado, ante la eventualidad de un arreglo entre el perro y el ratón, en tanto, éste amenaza, sin destino posible, golpear las puertas de la justicia global ¿Qué hacer?
No en vano, el gato –con el tratado de 1929 debajo del brazo– sostiene enfático: “No puedo ceder en algo que era mío, es decir, no puedo aceptar que el ratón recupere territorio a mis expensas, por eso tengo la llave del patio que me protege el orgullo y mi derecho a soñar”. El perro en cambio, argumenta: (a sabiendas de que no tener la llave del patio sólo le da una operatividad relativa): “El ratón tiene plena libertad para asomarse al mar y practicar comercio; luego, continuaré perseverando en ofrecer soluciones al ratón”. Y el ratón dice: “necesito convencer al gato para que apruebe mis negociaciones con el perro. Entonces aceptaría el canje de territorios que propone el perro, de los cuales estoy dispuesto a entregarle una parte al gato, previo acuerdo tripartito de todos los involucrados”. He aquí en teoría, desatado el nudo que estrangulaba la integración.
La solución, entonces, yace en la recurrencia a las compensaciones territoriales, en la que Bolivia deberá ceder el equivalente de los territorios que Chile le otorgue al norte de Arica, en tanto (novedad absoluta de esta moción), mediante un pacto de acuerdo tripartito original, le entrega al Perú parte de lo cedido por Chile, como una forma de resarcirlo, puesto que –leyendo los sentimientos de ambos– Perú siente como suyos los territorios perdidos en la guerra del Pacífico; y de paso, Bolivia pagaría aquella deuda ética que asumió con el Perú al abandonarlo apenas iniciado el conflicto. Todo dependerá entonces, de cómo Bolivia asuma el sacrificio de cargar con el peso del pasado; y de cómo valore una oferta que la pone ante el desafío más grande de su historia.
Luego, cartografiando la solución, Bolivia fija límites costeros con Perú por el norte y con Chile por el sur, en tanto le cede a éste, territorios al suroeste del altiplano, equivalentes en su totalidad a los cedidos por Chile, sin perjuicio de explorar otras variables. Así, en el pleno ejercicio de su soberanía, Chile procede a legitimar un acuerdo de trascendentales consecuencias, con la convicción de haber aportado a la paz y a la integración latinoamericana en forma generosa, justa y creativa, sin ceder un ápice en sus derechos históricos y jurídicos. ¿Por qué no? 

Una vileza histórica, a propósito de Krasnoff y Rojas

27 de noviembre de 2011 11:02 
En una apología del terrorismo de Estado, el columnista del El Mercurio, señor Gonzalo Rojas, sostiene que el caso Krasnoff viene a responder a  una necesidad, cual es, que haya conciencia histórica de que los muertos, desaparecidos y torturados por el Estado terrorista de Pinochet  lo fueron por el bien de Chile. Esta falaz y cobarde afirmación revalida la postura de que la violencia fue anterior al golpe de estado de 1973 y tuvo caracteres sistémicos, lo que preparó el odio irracional de la dictadura. Omite por cierto, el asesinato del general Schneider, en un intento por desbaratar el ascenso al poder de Salvador Allende, en octubre de 1970. Claro, porque para la derecha había violencia en la imposición de la reforma agraria, en  la nacionalización del cobre, o en la estatización de las empresas estratégicas como el agua y la electricidad. Era violencia desafiar al Estado convocando  huelgas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, y para eso, los militares estaban preparados, como afirma con sublime bajeza, el señor Rojas.
Preparados, por ejemplo, para ametrallar a 3 mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, aquella tarde de diciembre de 1907, que pedían mejoras laborales en la escuela Santa María de Iquique. Con esta falacia, la derecha congela la historia, y haciéndose propicia víctima, se opone a los cambios, aún en un contexto donde  el desarrollo de avanzados criterios filosóficos, fueron poco a poco expurgando los prejuicios que los frenaban. En los sesenta, la Humanidad se debatía en una lucha cruenta por la libertad y el desarrollo de los pueblos, en múltiples escenarios, como la guerra del Vietnam, la revolución cubana, la revolución de las flores en Francia y los movimientos estudiantiles europeos, que exigían más participación, más derechos y libertades. En el caso chileno, la corriente de transformaciones fluía desde los partidos del centro y de la izquierda. Léase Partido Demócrata Cristiano y partidos Socialista y Comunista que intentaron introducir los cambios por la vía democrática.
Cambios profundos, que como la reforma Agraria durante el gobierno de Frei Montalva, recibió  el rechazo cerrado y violento de la derecha. Ahora, en cuanto a los próceres que el destino de la Nación instaló en el gobierno, se puede sostener que la figura de Allende, epígono de la tragedia chilena, nunca representó la heredad política de Stalin, como lo insinúa la derecha, ni remotamente. Tampoco representaba el comunismo en la polaridad fascismo y comunismo; por el contrario, representaba a las masas democráticas en la  antítesis  capitalismo v/s  socialismo. Por ello, resulta asaz interesante, abocarse a la reflexión de Herman Hesse sobre esta polaridad. En carta al señor R.H., de Munich, el 3 de febrero de 1950, refiriéndose al tema del nacional-socialismo y al terror rojo, manifiesta: “Todos nosotros, los que sobresalimos por un grado del nivel medio de la gente, aborrecemos el terror en cualquiera de sus formas y en cualquiera de sus formas abominamos de la dominación violenta del hombre; pero, no obstante, no debemos arrojar en un mismo cajón a Hitler y a Stalin, o mejor dicho, al fascismo y al comunismo. El ensayo fascista es retrógrado, inútil, insensato y vil; el intento comunista, empero, es un ensayo que la Humanidad debía llevar a cabo y que pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la necia dictadura del proletariado, sino algo semejante a la justicia y la fraternidad entre burguesía y proletariado.” (1) Y no se trata aquí de una opinión sesgada, puesto que Hesse era radicalmente opuesto a toda clase de violencia política que pretendiera arrasar con la democracia, de hecho, fue puesto fuera de la ley durante la dictadura de Hitler. Así, Hesse no se equivoca, y produce un singular acierto de comprensión filosófica y política para las generaciones actuales. Y de paso nos aclara que la mayor y más cruel de las violencias, es la que nace del odio irresponsable que degrada la verdadera convivencia democrática.

(1)  Cartas. Hermann Hesse. Obras completas t. IV, ediciones Aguilar, col. Premios Nobel, 1967, pág.752. 



Hinzpeter y la crisis del Estado de Derecho

18 de diciembre de 2011 16:04

La separación de los poderes del Estado es condición sine qua non para asegurar la libertad en un estado democrático organizado como sistema republicano de gobierno. Es doctrina, según Locke, que no hay libertad posible, si el poder judicial va unido al poder ejecutivo, porque entonces el juez podría tener la fuerza de un opresor. Bajo el principio de separación de los poderes en un Estado de Derecho, la arremetida del ejecutivo a través del ministro Hinzpeter, de incorporar a la Fiscalía Nacional a sus estrategias para reducir los índices de delincuencia, es inadmisible. Por la naturaleza de sus tareas, el poder judicial y sus fiscales, jamás debieran concurrir a reunión alguna que tenga que ver con seguridad ciudadana -tarea de la exclusiva incumbencia del ejecutivo- a no ser que sean invitados como observadores. Ley de oro para el poder judicial y la Fiscalía Nacional, es que mientras más lejos estén del gobierno, mayores serán las garantías y perspectivas de los derechos ciudadanos. Presionar al poder judicial y a sus fiscales para que sujeten su quehacer a las necesidades del gobierno, sería como poner una camisa de fuerza a la ley y colocar a la justicia en un callejón sin salida. Aun admitiendo que un fiscal puede cometer un error u obrar sin celo jurisdiccional, su independencia es un rasgo inexcusable de su ministerio, que como cualquier órgano del Estado, está sometido a controles internos, siempre perfectibles. Por algo la Constitución chilena, en su artículo 73 capítulo VI, señala respecto de la autonomía del poder judicial que, ni el Ejecutivo ni el Congreso, pueden “en caso alguno” “revisar los fundamentos o contenido de sus resoluciones”.
Se afirma  que hay dos errores en  la administración de justicia que una sociedad no tolera: la impunidad de un delincuente y el ingreso a prisión de un inocente, razón por la que en los procesos penales  se manifiesta con meridiana claridad el carácter democrático de un Estado. Por eso es tan importante que se sancione al responsable de la comisión de un delito, luego de que la comprobación de su responsabilidad penal se realice en forma justa, respetando los derechos fundamentales del imputado. El hecho de que un gobierno espere que, para mejorar los altos índices de delincuencia imperantes en el país, los fiscales deben meter a más ciudadanos a la cárcel es una inconsecuencia doctrinaria. Y más lo es su pretensión de someterlos al escrutinio del poder ejecutivo, porque, como consecuencia de ello, los derechos de todo ciudadano acusado de un delito, se ven objetivamente mermados, puesto que en el estudio de su aplicación se estarían anteponiendo intereses personales, en este caso los relativos a los ascensos y logros individuales de los fiscales. Nunca la ley aquí se ha visto más en peligro de perder la auténtica lógica de que el acusado no es culpable hasta que un tribunal competente  demuestre lo contrario.
A la luz de los últimos acontecimientos, causan verdadera alarma los dichos irresponsables de algunos ministros y legisladores de gobierno, como los del ciudadano Monckeberg de RN: “El Ministerio Público no sólo está para investigar los delitos sino también tiene que coordinarse de mejor manera con los diferentes actores en materia de seguridad pública para obtener mejores resultados”.
Lo absurdo de esta declaración está, precisamente, en que busca concomitancia donde jamás debe haber siquiera comunicación, so pena de caer en ejercicio de mala justicia. ¿Coordinarse para distraer su atención de sus graves responsabilidades, como es la justicia plena y la salvaguarda de la libertad en un Estado de Derecho? ¿Cuántos hombres justos, no ya delincuentes, debieron sufrir la coordinación del ejecutivo con el poder judicial durante la dictadura? (por poner un ejemplo extremo en materia de irrespeto entre los poderes del Estado). Aquí, en vez de perfeccionar el Estado de Derecho, se lo está sometiendo al oportunismo propio de las políticas fracasadas, saltándose el Ministerio del Interior la doctrina para crear un fantasma distorsionador de los principios democráticos, y lo hace al publicitar, mañosamente, que las garantías del delincuente estarían por sobre las garantías de las víctimas. En consecuencia, su intromisión es como si buscara –aparte de eludir sus propias responsabilidades- degradar a la Fiscalía Nacional en la correcta aplicación de la justicia.
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