La Patata Tórrida


¿PUEDE HABER EN EL MUNDO ALGO MÁS DESPRECIABLE QUE LA ELOCUENCIA DE UN HOMBRE QUE NO DICE LA VERDAD?
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sábado, 24 de marzo de 2012


Una vileza histórica, a propósito de Krasnoff y Rojas

27 de noviembre de 2011 11:02 
En una apología del terrorismo de Estado, el columnista del El Mercurio, señor Gonzalo Rojas, sostiene que el caso Krasnoff viene a responder a  una necesidad, cual es, que haya conciencia histórica de que los muertos, desaparecidos y torturados por el Estado terrorista de Pinochet  lo fueron por el bien de Chile. Esta falaz y cobarde afirmación revalida la postura de que la violencia fue anterior al golpe de estado de 1973 y tuvo caracteres sistémicos, lo que preparó el odio irracional de la dictadura. Omite por cierto, el asesinato del general Schneider, en un intento por desbaratar el ascenso al poder de Salvador Allende, en octubre de 1970. Claro, porque para la derecha había violencia en la imposición de la reforma agraria, en  la nacionalización del cobre, o en la estatización de las empresas estratégicas como el agua y la electricidad. Era violencia desafiar al Estado convocando  huelgas para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, y para eso, los militares estaban preparados, como afirma con sublime bajeza, el señor Rojas.
Preparados, por ejemplo, para ametrallar a 3 mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, aquella tarde de diciembre de 1907, que pedían mejoras laborales en la escuela Santa María de Iquique. Con esta falacia, la derecha congela la historia, y haciéndose propicia víctima, se opone a los cambios, aún en un contexto donde  el desarrollo de avanzados criterios filosóficos, fueron poco a poco expurgando los prejuicios que los frenaban. En los sesenta, la Humanidad se debatía en una lucha cruenta por la libertad y el desarrollo de los pueblos, en múltiples escenarios, como la guerra del Vietnam, la revolución cubana, la revolución de las flores en Francia y los movimientos estudiantiles europeos, que exigían más participación, más derechos y libertades. En el caso chileno, la corriente de transformaciones fluía desde los partidos del centro y de la izquierda. Léase Partido Demócrata Cristiano y partidos Socialista y Comunista que intentaron introducir los cambios por la vía democrática.
Cambios profundos, que como la reforma Agraria durante el gobierno de Frei Montalva, recibió  el rechazo cerrado y violento de la derecha. Ahora, en cuanto a los próceres que el destino de la Nación instaló en el gobierno, se puede sostener que la figura de Allende, epígono de la tragedia chilena, nunca representó la heredad política de Stalin, como lo insinúa la derecha, ni remotamente. Tampoco representaba el comunismo en la polaridad fascismo y comunismo; por el contrario, representaba a las masas democráticas en la  antítesis  capitalismo v/s  socialismo. Por ello, resulta asaz interesante, abocarse a la reflexión de Herman Hesse sobre esta polaridad. En carta al señor R.H., de Munich, el 3 de febrero de 1950, refiriéndose al tema del nacional-socialismo y al terror rojo, manifiesta: “Todos nosotros, los que sobresalimos por un grado del nivel medio de la gente, aborrecemos el terror en cualquiera de sus formas y en cualquiera de sus formas abominamos de la dominación violenta del hombre; pero, no obstante, no debemos arrojar en un mismo cajón a Hitler y a Stalin, o mejor dicho, al fascismo y al comunismo. El ensayo fascista es retrógrado, inútil, insensato y vil; el intento comunista, empero, es un ensayo que la Humanidad debía llevar a cabo y que pese a su triste aferramiento a lo inhumano, habrá de ser realizado una y otra vez, no para llevar a término la necia dictadura del proletariado, sino algo semejante a la justicia y la fraternidad entre burguesía y proletariado.” (1) Y no se trata aquí de una opinión sesgada, puesto que Hesse era radicalmente opuesto a toda clase de violencia política que pretendiera arrasar con la democracia, de hecho, fue puesto fuera de la ley durante la dictadura de Hitler. Así, Hesse no se equivoca, y produce un singular acierto de comprensión filosófica y política para las generaciones actuales. Y de paso nos aclara que la mayor y más cruel de las violencias, es la que nace del odio irresponsable que degrada la verdadera convivencia democrática.

(1)  Cartas. Hermann Hesse. Obras completas t. IV, ediciones Aguilar, col. Premios Nobel, 1967, pág.752. 


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